Queso con limón

No es cualquier queso, no es cualquier limón.

Madriz sin luz

La música de mi altavoz eclipsa cualquier ruido alrededor. Binikini de Rawayana y Danny Ocean es la seleccionada para amenizar esa tarde soleada de primavera. Victoria, mi compañera de piso, y yo tumbados en la terraza con cervezas en mano ignoramos la magnitud de lo que pasa en el país. Una cosa tan simple como esa no nos amilanaría, total somos de Venezuela donde es pan nuestro de cada día, mas aquí no es tan normal. 

Es la una de la tarde, el sol arrecia y yo me aferro a mi lata de licor de cebada, la segunda. Dentro de tres horas me toca trabajar, pero voy en coche y tardo 20 minutos así que nada me perturba, total mi bólido no es eléctrico y tengo el tanque lleno de gasolina. 

-¿Si vas a trabajar en el coche me puedes acercar hasta Alonso Martínez?- pregunta ella sin apartar la mirada del sol.

-Claro y a unas malas te dejo en Cibeles y subes andando. 

Se extraña porque siempre la acerco a donde me diga, pero han pasado un par de horas y no hay cobertura telefónica. Quería comunicarme con los del trabajo para informarme cómo estaban gestionando el apagón, pero no recibo respuestas, de hecho mis mensajes no llegan ni a enviarse. De las llamadas directamente nos olvidamos.

Pienso justo en este momento en Carolina, una compañera de trabajo que tiene una niña en el colegio y no se me ocurre forma de cómo va a llegar a recogerla; sí, tengo la manía de ponerme en posición de los demás y tratar de ayudarles dentro de mis posibilidades. Procedo a salir mucho antes por si el transporte está retrasado y la puedo llevar.

-Salimos a las tres.-Le digo a Victoria. 

-¿Y esa vaina?

-Si Madrid es un desastre con semáforos no me quiero imaginar sin ellos. 

-Dale. Me voy a duchar rápido entonces.

Ya camino al trabajo encontramos atasco justo antes de entrar a la M-40, una vía radial que bordea Madrid, pero es normal a esas horas que se hagan este tipo de retenciones, lo extraño es que los coches se mueven solo unos pocos metros por minuto, aunado a que hay varios accidentados en el arcén la vía parece un parking. Victoria aprovecha y se duerme, no la juzgo estuvimos un par de horas tomando el sol y eso cansa. Me da envidia.

Tomo el mismo camino de siempre, pero me tengo que desviar y trato de ir por zonas con semáforos. La autopista estaba insoportable. Luego de media hora en un trayecto que tardo 5 minutos pude llegar a Mendez Álvaro, lo que sería más o menos el 80 por ciento del recorrido. Solo queda una vía recta de unos tres kilómetros hasta el restaurante donde trabajo.

El atasco es impresionante, nadie cede el paso como es normal. Hora pico más calor primaveral caldo de cultivo perfecto para la locura que estamos viendo. Al cabo de media hora más llegamos a Atocha y por obra y gracia del señor encontramos el único sitio disponible en toda la calle. Aprovecho que no hay luz para no perder tiempo poniendo ticket de parking y voy rápido al local que está a unos 200 metros. 

-Este bus no se mueve hasta que llegue mi remplazo.- Grita el chofer de la EMT de una de las tantas de paradas que rodean la estación de trenes.

-¿Entonces qué hacemos?- Pregunta una señora.

-Esperar. Es lo que toca.-Responde el señor de uniforme azul un tanto alterado.

En cada una de las paradas de buses me atrevo a decir que hay mínimo 50 personas esperando y hasta el trabajo pueden haber 10 o más. 

“Solo efectivo”, reza en los letreros de todos los locales que pasábamos. Gente sentada en las mesas sin ningún tipo de consumición. Luego entendí que estaban descansando porque todo el mundo iba a donde quiera que fueran andando. 

La gente caminando me hizo recordar a las manifestaciones de Venezuela en el 2002, tanto las calles como las aceras estaban abarrotadas y solo se apartan cuando venía un coche. Se puede decir que reinaba la anarquía. Al no estar operativos los semáforos todos cruzan cuando y por donde quieren y hasta que a alguien le da gana de dejar pasar algún vehículo estos deben esperar. Los pitos no se hacen esperar, las sirenas tanto de ambulancias como patrullas no cesan y algún insulto cae de vez en cuando. 

Victoria desiste de ir a su trabajo y me acompaña hasta el mío. Como era de esperarse está cerrado como muchos de los restaurantes de la zona. Llegamos hora y media más tarde de la que debía estar.

-Acompáñame a la gasolinera a comprar algo de comer.- Me dice ella.

-Creo que solo te aceptarán efectivo.

-Me quedan siete euros. Algo me darán por eso.

Al llegar a la estación de servicio, que está a unos pocos metros, el empleado está enzarzado en una discusión con un chico.

-¿Entonces no me vendes el butano por no traer el recambio?-Pregunta el hombre de mediana edad.

-No. Es que tendría que hacerte un contrato y la impresora no va.- Le responde el empleado alterado. Entiendo que llevan rato discutiendo. 

-Si es para cocinarle la comida al crío como te he dicho. 

-Si no es por mí. Entiéndame.-Aclara el dependiente desde dentro del local con la puerta a medio abrir.

Se acerca un tercero que asumo es la pareja del cliente.

-Déjalo cariño vamos a otra que seguro no las dejan. 

-Gracias por nada, espero no tengas que pasar por lo mismo. -Se despide el primero con los ojos aguados y con signos evidentes de rabia. 

Luego de comprar un bocadillo de jamón y un refresco le digo a mi compañera que debemos irnos, ahí ya no pintábamos nada y seguro se pondría peor al caer la noche. 

Volviendo al coche estaba incrédulo con la escena que estaba viviendo. Me sentía dentro de la miniserie El Colapso. Discusiones por todos lados; las masas moviéndose en todos los sentidos; algunos preguntando cómo llegar a cierto sitio porque siempre tomaban el bus y les llevaba directamente. En ese momento me sentí privilegiado de tener coche.

La vuelta a casa fue más ligera, de media hora normalmente tardamos solo una. Creo que fue una mala idea haber ido hasta allá, pero no dejo de pensar cómo hizo mi amiga con su hija. Espero que alguien la haya recogido. 

Sobre las once de la noche “se hizo la luz” y todo volvió a la normalidad. Esto pudo haber sido uno de esos sueños surrealistas que no quieres recordar. Por desgracia fue real y definitivamente no estamos preparados para vivir sin luz, no en España. 

Al encender la tele para ver las noticia no me extraña ver a los políticos echándose la culpa unos a los otros, el cuento de nunca acabar. Podría apostar todo el oro del mundo que nunca sabremos la verdad de lo que pasó.