Queso con limón

No es cualquier queso, no es cualquier limón.

Conociendo la música I

Esa maestra de ojos saltones que vino a darnos una charla sobre una Banda de música no sabe que me acaba de hacer el niño más feliz del mundo. Pensar que puedo tocar un instrumento de verdad y no mi Casio SA-1 de juguete me emociona más que cualquier otra cosa.

Hace tiempo supe que el instrumento que se escucha en las canciones de los Adolescent’s se llama trombón y para mí no será ninguna molestia aprender a tocarlo y ya si fuese con ellos sería un sueño. Quizá cuando cumpla la mayoría de edad dentro de ocho años podría presentarme a algún casting, si existieran esas cosas para tocar con grandes artistas de ese nivel. Bueno primero habría que saber cómo se toca.

Banda San Sebastián se llama la agrupación de la que vino a hablarnos la maestra. Está en una población de homónimo nombre que pertenece a Tacarigua, de eso no tengo dudas, pero también recuerdo que del otro lado del portachuelo que divide este pueblo con La Asunción una vez leí en una pared “Bienvenidos a La Otra Banda”. A mí me suena más el segundo y quizás eso lo pintaron para darle una acogida a los nuevos miembros de la agrupación. Bueno, sea como sea ni mi papá ni mi mamá me darán dinero para ir hasta allí, el permiso me preocupa menos. Tocará sacrificar los bolívares de la galleta de soda y el refresco de la merienda de la semana.

Llegado el viernes logro reunir lo que puedo de dinero y según recuerdo lo que dijo la maestra, el uniforme de ensayo era un mono (chándal) azul, camiseta roja y gorra negra. Todo casualmente lo tengo, salvo la dirección exacta donde es el ensayo. No me importa e igualmente salgo de mi casa y si me preguntan estaba en casa de abuela.

Después de 15 minutos caminando llego a la plaza de mi pueblo para tomar el transporte público a Juan Griego y de allí a Tacarigua, donde se supone que está la escuela no sé qué García, sitio en el que se reúne la banda musical. Supongo que en La Otra Banda me dirán el lugar específico. Una vez vaya en el bus y lea el cartel me bajaré.

Pasados 10 minutos sin venir ningún “por puesto”, como se les conoce a los carritos de transporte públicos en mi pueblo, veo que se acercan tres chicos con la misma indumentaria que yo.

– Vas a la banda de Tacarigua. – Me pregunta uno que recuerdo haber visto alguna vez en por la calle Marcano, cerca de donde vive mi abuela Isbelia.

– Sí. – Contesto antes de siquiera digerir su cuestión.

– Vente con nosotros. ¿Tú eres Henrito, el hijo de la maestra Anita?

– Sí.

– Vente vamos a pedir cola (autostop) a la curva de Juancho.

– Ok Ok. -Me levanto del banco y les sigo. Ni siquiera pararon mientras uno de ellos de hablaba.

La curva de Juancho es una bifurcación a la salida de mi pueblo. Allí una pick up roja nos lleva hasta Santa Ana y de ahí tomamos un bus a Tacarigua. Nos bajamos en la jefatura de la policía y fuimos caminando hasta la escuela que ponía en su entrada con letras borrosas “U.E. Cruz Millán Gracía”.

En la cancha de la escuela hay unas 40 personas de entre 8 y 18 años más o menos, perfectamente alineados en 4 columnas de mayor altura a menor. Hacen lo que se conoce como orden cerrado, cosa de la que escucho por primera vez.

¿Y tú qué quieres tocar? – Se dirige a mí una muchacha que porta un distintivo en su camiseta que pone “Patiño Z.”.

-El trombón.

-Creo que eres muy pequeño.

-Entonces la trompeta.

-Ah mira. Como yo. -Copia mis datos en un cuaderno y me dice que me integre al grupo del orden cerrado.

Al ser de los aproximadamente 10 personas que vinimos por primera vez ese día nos toca al final del todo.

-A discreción. -Se escucha la voz de una chica, seguido de un estruendo en el suelo por el zapatazo sincronizado de los ya veteranos.

Yo me limito a seguir lo que todos hacen con un par de segundos de retraso. No dejo de pensar cuántos años he de esperar para poder tocar el trombón. La trompeta no me desagrada, pero no era lo que quería. Ojalá sea muy pronto, mientras disfrutaré lo que pueda…

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