Queso con limón

No es cualquier queso, no es cualquier limón.

El tatuaje mas feo del mundo

Apenas se apartan las tres personas que me sujetaban para no moverme puedo ver la parte exterior de mi pierna derecha. La mueca de dolor en mi cara transmuta a una de incredulidad. Repaso nuevamente la hoja donde está el diseño que en teoría me iba a tatuar y no tiene similitud alguna con lo que me hicieron. Parece que el papel se hubiera mojado: todas las líneas se han deformado por completo, incluso algunas ni se ven y lo que en principio era una araña se me asemeja más a una cucaracha.

Ya no hay vuelta atrás, las líneas negras hinchadas del tatuaje se contornean con un leve rojizo que supongo será sangre coagulada, dice su autor que es normal. No podré engañar a mi familia cuando pregunten. Solo queda esperar a que baje la inflamación y decir que me lo hice con bolígrafo o alguna tinta de hena, pero esa excusa solo dudaría un tiempo y hasta los 18 años me faltan cinco, no es tiempo suficiente para ocultarlo, más sabiendo que prácticamente todos los fines de semana vamos a la playa; esto sin contar con lo chismosa que es la gente de mi pueblo que saben quién está embarazada antes que la misma persona se entere.

Ninguno de los que están ese día en casa de La Wilsa (Carlos) disimula su burla. Saben que tengo una cosa horrible en mi piel. Aunque la idea principal era tatuarnos una telaraña en el tobillo, luego de ver cómo sufrían mi hermano y Luis Enrique por el vaivén de la aguja en esa zona tan poco carnosa, decidí que yo me lo haría en otra parte con su respectiva araña para compensar la agonía por la que los otros pasaron. Una tontería en sí misma.

Dice el “tatuador” que para el cuidado hay que lavarse con jabón azul y luego ponerse vaselina. Me preocupa más el sangrado que no para y los pinchazos que, aún después de unas horas, se siguen sintiendo. Sacan una botella de ron para quitar el dolor y efectivamente el “remedio” casero funciona.

Es más que obvio que no tomamos medidas higiénicas alguna, salvo por un guante quirúrgico otrora azul que ahora parece marrón; ni mucho menos usamos una maquina profesional. Nuestro prototipo consta de un portaminas cortado por la mitad, atado a un motor de carritos de radiocontrol que hace mover una aguja de coser amarrada con un hilo amarillo, toda una obra de ingeniería moderna (nótese el sarcasmo). Según el autor de dicha maravilla, la longitud de la aguja dependía del grosor de la línea a dibujar. Parece un entendido en la materia y todo.

Mientras Javier se da un repaso en la telaraña de su tobillo, pienso que igual pude aguantar un poco el dolor y emular su tatuaje, esa zona es más fácil de ocultar; o quizás simplemente estoy arrepintiéndome de lo que atrae mi mirada sin mucha gracias en este momento. No puedo dejar de ver lo horrible que es, no puedo dejar de imaginar la excusa que diré en mi casa y seguro que por ser el mayor me acusarán de haber convencido a mi hermano de esta locura, cosa que no dista de la realidad, pero no será la primera vez ni seguramente la última. Espero que con el tiempo mi primer tatuaje madure bien, como he escuchado que pasa con algunos, sino tocará echarme ácido de batería, como amenazaba mi mamá cada vez que insinuaba hacerme uno.

Deja un comentario